La importancia de una buena comunicación organizacional

por

Rosana Laureyro

*Coach Ejecutiva, Mentora en Desarrollo Profesional, Contadora Pública – Auditora

Frustración. Impotencia. Desmotivación.

Participamos de la reunión, damos nuestra opinión, y no nos tienen en cuenta. Un cliente nos pregunta sobre cierto tema: le dedicamos tiempo, investigamos, sacamos conclusiones, resumimos, se lo enviamos, y al final, hace lo que le parece (¡otra cosa!).

No me escucha

De decirnos eso, a “no nos tienen en cuenta, no nos valoran” hay un paso chiquito. Y, en consecuencia, estar pensando en buscar otro trabajo, que nos mal predisponga conversar con ese cliente/proveedor, “dejar para más adelante” cada cosa que nos pide… es un paso más chiquito aún.

Ahora… ¿Qué tan real es ese “no me escucha“?

¿Es que no te consulta? “No, de hecho, genera diálogo”. ¿Es que no te mantiene al tanto de las novedades? “No: te informa, te invita a participar de
las reuniones, quiere que estés presente
” ¿Es que no te contesta? “No, tampoco. A veces tarda, pero si no lo resuelve él me indica a quién contactar“.

En realidad… es que ese jefe/cliente/compañero no acciona, no resuelve de la forma en que nosotros le indicamos como “LA” respuesta.

Quizás es un jefe que tiene una forma de gestionar los temas “hacia arriba” distinta a la que creemos “debiera ser“. Quizás es que ese cliente tiene otras prioridades (¡que no conocemos!) y por eso toma esas decisiones (y no, lo que nosotros haríamos). Quizás es que la manera de relacionarse, de organizarse, de ejecutar es diferente a la nuestra.

Entonces, hoy quiero hacer foco en lo que nos decimos, y lo que ejecutamos en función a ello. Aprender a validar (con datos concretos) aquello que sostenemos y nos repetimos como “verdades“, y sobre las cuales no sólo nos afectan emocionalmente, sino que nos llevan a tomar decisiones, y ciertas acciones (y no otras, ya que no las veremos como “alternativas posibles”).

A cuestionar, si no será que queremos que los otros sean y respondan “como lo haríamos nosotros“, y, al no suceder, es fuente de frustración y enojo.

Si, al final, seguimos concluyendo ese “no me escucha”, y ello está afectando nuestros valores, principios, metas, ahí sí, tomaremos otras decisiones: buscaremos otro trabajo, otra empresa o actividad, generaremos otras conversaciones, quizás enfocaremos hacia otros clientes, veremos otras oportunidades, pero desde nosotros.

Desde nuestros propios objetivos, y no desde eso que “creemos” sólo porque es diferente a como nosotros pensamos.

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