Los gremios amigos, los enemigos, los neutrales y los opositores solo pretenden que el Gobierno Nacional honre la tradición de la era K: los acuerdos de salarios deben estar librados a la capacidad y poder de negociación de cada gremio en cada actividad, lo que les garantizó ajustes superiores a la inflación real.
El reclamo aumentó en lo que hace a su firmeza y unanimidad cuando muchos comprobaron que los aumentos del 2013 no fueron tan favorables para los trabajadores, y muchos inclusive recibieron ajustes inferiores a la evolución de las góndolas. Es más, si se observa la curva de crecimiento del salario nominal, a los muy buenos años como el 2007 2008 o 2009, se le contraponen años no tan buenos como el 2012 y el 2013.
El cuadro tuvo un agravante singular al conocerse el salto de los precios de diciembre de 2013 y de enero y ahora febrero de 2014, y la preocupación se transformó en una suerte de estado asambleario permanente, en donde primero se conectaron los integrantes de cada una de las cinco (5) CGTs, y ahora se están reuniendo los grupos antagónicos entre sí.
La convocatoria a una reunión de convergencia y de reconciliación para el próximo mes de marzo bajo la cobertura de Su Santidad el Papa Francisco, para algunos procura evitar un conflicto generalizado que desemboque en el caos y el descontrol, y para otros parece una operación más que una solución.
En rigor, todo indica que confrontarán 4 sistemas a saber:
n 1. El ajuste de corto plazo prepactado: es el caso similar al de SMATA, donde se prevén cambios trimestrales tomando una serie de parámetros de medición combinados, para que se logre la convergencia hacia un resultado prácticamente negociado cada tres meses; es un sistema dinámico que tiene la ventaja de la negociación fluida y por ende reduce el nivel de conflictividad, tiene la desventaja de que los ajustes trimestrales, muy cercanos a la evolución de los precios, generalmente produce al final de cada año un aumento ubicado entre los más generosos.
n 2. En el otro extremo tenemos los que propician una aumento de plazos muy largos inclusive superiores a los de los doce (12) meses habituales, por ejemplo por un año y medio, que es resistido por la mayoría de los gremios si lo pactado no resulta revisable, tiene la ventaja de que se podría operar a la baja, tiene la desventaja que en un período tan largo, es probable que los ajustes desfasados por debajo de la inflación demanden, aún cuando se comprometan a todo lo contrario un ajuste intermedio o final de emergencia.
n 3. El tercer sistema es que abrazan algunos dirigentes de cúpula, de establecer un sistema de ajustes mensuales, al estilo de lo que ocurría por ejemplo en la etapa de hiperinflación del ex presidente Raúl Alfonsín, que tiene la ventaja de la inmediatez y proximidad de los ajustes, tiene dos graves reservas, una referida al hecho de que estos mecanismos son motores auto-generadores de inflación por sí mismos en la carrera de precios y salarios en un contexto de inflación superior a dos dígitos, y la otra, que se podrían producir desfasajes muy graves entre los distintos convenios conforme al poder de daño y la capacidad de movilización de cada gremio.
n 4. Por último tenemos los mecanismos de concertación a través de los llamados acuerdos marco donde las centrales obreras (en lo posible todas), las centrales empresarias (también todas) y el Gobierno Nacional, pactan un ajuste bajo ciertos criterios, porcentajes, o alcances, fuera de los cuales resultará inviable el acuerdo paritario. Estos acuerdos pueden fijar valores o pisos mínimos con lo cual aseguran un aumento inexcusable, pueden prever la división del ajuste en tramos o lapsos de aplicación, y pueden fijar techos o topes. Es más podrían establecer anticipos o adelantos o acuerdos puente también predeterminando los montos, los límites, los topes y las fechas de pago.
Existe un modelo fuera de estos esquemas, que puede ser particularmente riesgoso para cualquier sistema que se elija, que sería el de los sindicatos indignados que no estén dispuestos a seguir ninguna regla. Ya existen una serie de sindicatos, comenzando por los de la CGT opositora de Moyano que no les gustaría someterse a ninguna regla, y apuestan al estado de conflicto total como una forma de recobrar luego la paz en un proceso de reconstrucción. Este cuarto modelo fuera de los esquemas sería el de firmar los acuerdos e imponer su aplicación sin la intervención del Estado Nacional, ni el Ministerio de Trabajo, confiando sencillamente en que la parte empleadora, aún cuando no cuente con un pacto vinculante u obligatorio, para evitar mayores daños y preservar la paz social lo cumpliría sin retaceos. Los que pueden asumir esta actitud son los gremios de actividades sumamente sensibles a la necesidad de la continuidad laboral, o las actividades en las cuales el poder de daño de los sindicatos sea muy alto, como ocurre en la minería, la actividad petrolera, o la industria automotriz.
En síntesis, el sindicalismo no puede ni quiere apostar a los ajustes salariales a la baja.
El barómetro nos indica que la mayoría prefiere un conflicto frontal con el Gobierno Nacional a aceptar la imposición de aumentos que se encuentren de una u otra forma por debajo de la inflación real.
En otros términos, los gremios quieren que honre un compromiso estelar de la era K.
Tendrán dos pruebas de fuego para saber lo que vendrá: a cuánto se llevará el Salario Mínimo Vital y Móvil que subió más del 1300% desde el 2003 (presidencia de Néstor Kirch ner) hasta la fecha (presidencia de Cristina Fernández de Kirchner), y el acuerdo salarial con los docentes, que pidieron el 61% de aumento, y saben que recibirán una oferta inaceptable e indigerible.
Fuente: texto y foto publicados por El Cronista Comercial (12/02/2014)