“Cuando la plata está afuera es tuya. Pero cuando está acá, es de todos. Esto debe ser tenido en cuenta por quienes elaboren la ley que luego se trate en el Congreso”. Esa afirmación, off the record, de un conocido economista sintetiza la incertidumbre existente frente al proyecto de blanqueo de capitales que impulsa el Gobierno. El éxito o fracaso de la iniciativa dependerá de la confianza que se logre transmitir, así como del marco impositivo que se vaya a aplicar para captar los dólares que los argentinos mantienen fuera del sistema.
Sobran antecedentes. Basta recordar el plan impulsado por el gobierno kirchnerista -el malogrado Cedin- que pretendía captar u$s4.000 millones a corto plazo y apenas pudo atraer poco más de la mitad, la mayor parte después de dos años de vigencia.
A la hora de medir el humor del mercado, las opiniones son diversas: están quienes ven un potencial de hasta u$s60.000 millones y aquellos que consideran que Alfonso Prat Gay debería contentarse con cifras más modestas.
Para Daniel Artana, economista jefe de FIEL, el cambio de clima político jugará a favor “porque ahora no existe la percepción de que el Gobierno te puede manotear el dinero”.
“Es importante ofrecer distintos niveles de multa, según si el dinero queda en el exterior o ingresa al mercado local”, agregó Artana. En su opinión, la estrategia correcta debería centrarse en los dólares fugados en los últimos años. Es decir, en los que estaban en el sistema pero que, tras la instauración del cepo cambiario, fueron sacados frente al temor a una confiscación. Artana hace referencia a unos u$s50.000 millones, algo así como el 20% de las divisas que los argentinos atesoran fuera de los bancos locales, según estadísticas del INDEC.
Hay consultoras privadas que ubican la cifra total cómodamente por encima de los u$s300.000 millones. En los despachos oficiales toman como referencia que el dinero que podría volver al sistema rondará los u$s50.000 millones. Los bancos, por su parte, consideran que -bajo ciertas condiciones de seguridad jurídica y en un contexto en el que los rendimientos a nivel mundial son muy bajos para las inversiones financieras- ese número podría elevarse a los u$s60.000 millones.
En cuanto al dinero que se sumaría a las arcas del Tesoro -por el cobro de tasas que serán definidas en el proyecto-, se calcula que rondará entre los u$s4.000 millones y u$s5.000 millones, desde la sanción de la ley hasta fines del año próximo.
La lupa en Bienes Personales
A la hora de señalar los factores determinantes en el grado de éxito del blanqueo, los especialistas señalan como requisito fundamental evitar los errores anteriores al fijar los alicientes impositivos. Es necesario que la propuesta “sea inteligente. Es decir, que se elabore de modo tal que aleje los temores del público”, apunta Mariano Sardans, CEO de FDI Gerenciadora de Patrimonios.
“Más allá de la multa inicial, debe tenerse en cuenta que existe un factor que, de mantenerse, puede desalentar a muchos de los potenciales adherentes”, agrega. El especialista hace referencia al Impuesto a los Bienes Personales, ya que se trata de “un taxi a perpetuidad, sumamente injusto para los contribuyentes, ya que llegan a pagar el 1,25% frente a tasas que en el mundo son cercanas a cero”. Ese fue, precisamente, uno de los motivos que incidieron de modo negativo en el blanqueo anterior.
Según expertos tributaristas, contribuiría a generar un mayor clima de confianza y de expectativas favorables de cambio que el blanqueo venga acompañado de una reforma tributaria que resuelva los siguientes puntos:
- Que se admita el ajuste por inflación en los balances de las empresas, para que no se pague por ganancias ficticias.
- Que haya un régimen diferenciado entre las firmas que reparten utilidades y aquellas que reinvierten.
- Que se adecuen las escalas del monotributo, que no se modifican desde el 2013.
- Que se le ponga fin a muchos impuestos distorsivos que se aplican a nivel provincias y municipal
Las primeras señales
En principio, la iniciativa no se limitará al plano impositivo, sino también al terreno cambiario, laboral y aduanero, con vigencia por dos años, siendo más oneroso para quienes ingresen dinero en 2017.
La fecha estipulada no es casual. A partir de enero de 2018 se abrirá el intercambio de información automática entre la AFIP y el resto del mundo, cuando entre en vigencia el acuerdo que firmaron los países del G-20, entre los que está incluido la Argentina.
Al decir de Prat Gay, “habrá tasas muy altas” para los que regularicen su situación y beneficios impositivos para quienes han venido cumpliendo regularmente con el fisco.
El debate sobre la oportunidad
Si bien los aspectos impositivos constituyen una parte fundamental de la iniciativa, no es lo único que se debate entre economistas, banqueros y empresarios. También está sobre el tapete el momento elegido. Aunque parezca raro, hay quienes creen que el Gobierno con el blanqueo sólo tiene para perder, porque creen que es mucho mejor que este “perdón tributario” se haga una vez alcanzados ciertos objetivos económicos y no antes.
Quienes propician que se postergue, sustentan sus dichos en dos argumentos:
- Si es exitoso y entran muchos dólares: el remedio puede ser peor que la enfermedad. El tipo de cambio tenderá a bajar por la mayor oferta de divisas. Esto puede generar atraso cambiario (que afecta a las economías regionales) o bien obligará al Gobierno a emitir muchos pesos (para “aspirar” esos billetes verdes) complicando las metas de inflación.
- Si no es exitoso y entra muy poco dinero: el Ejecutivo quedará expuesto a un alto costo político a tres años del fin de su primer mandato. Dejará en evidencia que el mercado tiene poca confianza en su plan de gestión y esto afectará las expectativas de particulares y empresas.
Estos son los argumentos que exponen quienes creen que es mejor que la economía primero se “ordene” para que luego una eventual “lluvia verde” no complique las cosas.
Incluso, algunos creen que el blanqueo alentará el ingreso de dinero especulativo para aprovechar las altas tasas. Una suerte de invasión de “capitales golondrina” que, al retirarse, terminarán generando más complicaciones que el beneficio inicialmente buscado.
Según el economista Dardo Gasparré, “no habría que crear incentivos para inundar de dólares al país en momentos en los que no hay importaciones relevantes, suponiendo que alguna vez las haya. Si tal fuera el caso, el blanqueo debería limitarse a una simple exteriorización -pagando las alícuotas que correspondan- sin diferenciación alguna.”
No todos opinan así, claro. Están los que se entusiasman pensando en el potencial reactivante de los dólares que retornen a la Argentina. “El Gobierno necesita inversiones millonarias en infraestructura que, en buena medida, pueden ser aportadas por aquellos argentinos que estén dispuestos a apostar por el país“, expresa Sardans.
En su visión, también podría ayudar a bajar la tasa de interés que el país paga a la hora de colocar deuda, que hoy está en 7 u 8%.
Artana, de FIEL, observa: “Si llegamos a u$s20.000 millones, equivaldría al 4% del PBI, aunque depende de si el dinero ingresa o no”.
Quienes están a favor de que el plan dé a luz rápidamente, hacen referencia a algunas cuestiones que le dan mayores chances de que sea exitoso:
- El acuerdo entre países para que desde el primer día del 2017 arranque el intercambio de información tributaria, de personas y empresas.
- La reciente salida del default combinada con el primer año de gestión del Gobierno que, pese a todo, aún mantiene buenos índices de imagen positiva.
- Los buenos rendimientos que ofrece la Argentina, en un contexto en el que las tasas a nivel global son cercanas a cero.
- La necesidad de avanzar rápido en obras de infraestructura, de modo tal que el Gobierno llegue bien parado a las elecciones legislativas del año que viene.
Una “amnistía” global
Quienes defienden la urgencia de hacer ahora el blanqueo, alegan la necesidad de cumplir con el mandato de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), de la que Argentina forma parte. El requisito es otorgar un perdón fiscal antes de la entrada en vigencia de los tratados de información automática entre países, que regirán desde fin de 2018.
Lo cierto es que son muchas las naciones que han adoptado este tipo de herramientas para paliar los déficits fiscales y que han impuesto condiciones estrictas al llevar a cabo estos procesos. El Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) hace especial énfasis en que el objetivo sea el de blanquear activos no declarados siempre que sean de origen legal.
De hecho, el Convenio de Asistencia Administrativa Mutua en Materia Fiscal, firmado por 92 países (entre ellos la Argentina) para el intercambio automático de información tributaria, sugiere que los gobiernos empiecen desde 2017 a aplicar una “amnistía” a sus contribuyentes.
Por lo pronto, el blanqueo es una medida que está en carpeta y que propicia el macrismo para atraer parte de los miles de millones de dólares que están bajo el colchón. Pero, para que el plan sea exitoso habrá que emprolijar algunas cuestiones y así evitar que tenga un “efecto boomerang.”
Fuente: texto publicado por iProfesional (19/5/2016)
Seleccionado por: Editorial Errepar